En Bangladesh, nación ubicada en el sur de Asia, la prostitución es legal, algo que puede resultar sorprendente si consideramos que es un país musulmán.
Esto llevó a la fotoperiodista Sandra Hoyn a viajar hasta una particular zona para registrar y retratar la vida que llevan sus habitantes. Se trata del burdel amurallado Kandapara, ubicado en el distrito de Tangail.
La historia que esconde este lugar resulta tan intrigante como triste a la vez, en la que las jóvenes, desde pequeñas, conocen el destino al que están condenadas.
Después de ser demolido en 2014, las mujeres que nacieron y crecieron en Kandapara no supieron hacia dónde ir. O dicho de otro modo, simplemente no tuvieron donde. La Asociación de Mujeres Abogadas de Bangladesh intercedió ante el Tribunal Supremo, esgrimiendo que el desalojo era un acto ilegal.
Esto provocó que poco tiempo después se reconstruyera el lugar. Junto con ello regresó la prostitución.
Según consignó el periódico norteamericano The Washington Post, las personas que apoyan su existencia aseguran que el trabajo sexual es simplemente una forma más de ganarse la vida.
El burdel, que está completamente rodeado de muros, cuenta con calles, puestos de comida, y negocios. Pero lo más impactante es que además tiene sus propias normas, las que deben ser acatadas por quienes viven en su interior.
En este mundo las más poderosas y las más débiles son las mujeres. Muchas llegan a vivir hasta Kandapara cuando tienen entre 12 y 14 años, las que vienen de lugares extremadamente pobres y que son víctimas de la trata de blancas.
Son conocidas como “garantizadas” debido a que no pueden negarse a ningún cliente. Trabajan para una mujer adulta, o más bien les “pertenecen”. Estas niñas deben entregar todo el dinero recaudado (deudas), y tienen tajantemente prohibido escapar.
Una vez que logran pagar todas sus deudas, proceso que lleva entre uno y cinco años, pasan a ser prostitutas independientes. Recién en este momento pueden ejercer nuevos derechos: negarse a atender a ciertos clientes, pueden tener su dinero propio o incluso se les permite abandonar el burdel.
Lamentablemente el estigma social que recae sobre ellas es tal, que muchas deciden regresar para continuar con su vida al interior de Kandapara. Así al menos logran conseguir algo de dinero con el cual mantener a sus familias.
En las imágenes registradas por Sandra Hoyn, finalista del concurso LensCulture Portrait Awards 2016, se puede ver parte de la vida al interior de este lugar.
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