Dicen que hay amores que no necesitan explicación, que se dan así al primer instante, a primera vista, llamémoslo… destino.
Justo esto es lo que me pasó contigo, así, sin motivo y sin razón, coincidimos, nuestras miradas se encontraron en medio de una gran ciudad, entre tanta gente que pasa sin notar a los demás.
Ahí estaba yo, perdida, sin saber qué calle tomar, buscando en el mapa, hacia donde caminar. Tú estabas en la acera de enfrente, fuiste como un golpe suerte, pues estabas en el lugar correcto, en el momento ideal.
Me acerque a ti, con la dirección en mano, esperando que pudieras orientarme a llegar a aquel lugar, pero al levantar la mirada, descubrí que el brillo de tus ojos tenía algo especial; me miraste fijamente y sin poderlo evitar, sonreí nerviosa, con palabras mudas que no pude pronunciar.
.- No queda lejos de aquí. Dijiste, si gustas, te puedo acompañar.
Yo seguía perdida en tu mirada, y en tus pestañas rizadas que me hicieron soñar
.- Me harías un gran favor, pues no tengo idea de donde estoy, ni como llegar.
Caminamos una cuántas calles que fueron el pretexto perfecto para conocernos un poco más ¿a qué te dedicas? ¿qué te hace feliz?
Escasas palabras, pues las distancia fue insuficiente para seguir…
.-Muchas gracias, que amable por acompañarme hasta aquí…
.- Lo siento, no fue gratis, me gusta el café, y hay un café cerca de aquí…
Sin querer decir que no, dije que sí, me apresuré a arreglar mis asuntos y salí apresurada, esperando que siguieras ahí.
Ahí estabas, esperando por mí, tomamos ese café que terminaste pagando tú, a pesar de deberlo yo… fue el preámbulo a esta gran historia que comenzó, con una mirada inocente.
Fue un amor a primera vista, un amor a primera risa, fuimos coincidencia que el destino escribió.
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