Por ti. Por mi. Por los dos. Porque nos lo merecemos. Por ser la persona que siempre esperé y llegó, más tarde, después de muchos baches. Pero ahora estás aquí, conmigo. Y es lo único que importa.
Estás siempre, en mis mejores días, en los grises, en los que no quiero despertar. Pero tu nunca te rindes. Insistes.
Te gusta repetirme lo especial que soy y, la verdad, a mi me encanta escucharte. Me encanta saber que no hay nadie más que yo, que soy la primera y la última, la única, al igual que tú lo eres para mí.
Odio tener miedo, miedo a perderte, que a veces me hace desconfiar y perder toda la seguridad que tú me das. Pero lo mejor de todo es que me entiendes.
Sabes de mí. Me llevas por tu camino cuando sabes que en el mío hay peligro y hay dolor. Y, al final, siempre encuentro la dirección correcta.
Y me encanta. Me encanta levantarme pensando en ti, en lo feliz que soy, en lo feliz que me haces. Sonreír sin parar al verte se ha vuelto un hábito, y qué costumbre tan preciosa. Me erizas la piel, me siento viva. Le das vida a la mía.
Pondrán en duda muchas cosas. No entenderán el por qué. No entenderán como sucedió. Solo juzgarán como siempre. Hablar por hablar sin saber. Nos pondrán en duda. Buscarán obstáculos.
Pero, ¿que más da? Nosotros sabemos lo que necesitamos. Lo que te quiero. Lo que me quieres. La falta que me haces cuando no estás.
Te quiero aquí. Ahora y siempre. No hay vuelta atrás. Aunque me dieran la oportunidad, nunca volvería atrás.
Nunca olvidaría aquel día en el que se produjo la más bonita de las casualidades, el día en que entraste en mi vida, en el que empecé a sentirme más viva, en el que me llenaste de amor por darte. Y, te lo prometo, nunca se acaba.
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